Cuando niños se nos enseña a odiar las cosas quebradas o rotas — los juguetes rotos, los huesos rotos, las promesas rotas. Pero ésa no es la manera como Dios lo ve. Dios s deleita en el quebrantamiento, porque es en nuestro quebrantamiento que Él puede comenzar a hacer en nuestras vidas todas las cosas que anhela hacer.

¿Has estado alguna vez quebrantado? El quebrantamiento no sólo dice «Dios, te necesito», sino también «Dios eres todo lo que necesito.» El quebrantamiento es tener desesperación por Él. Es estar con las manos vacías delante de Dios. No tiene demandas, ni hace peticiones. El quebrantamiento es caer en los brazos de tu Padre amoroso y encontrar que Él es suficiente. El quebrantamiento es decirle no a la voz de tu carne que clama a gritos, no al orgullo y a la confianza en ti mismo que te ha hecho impaciente e infeliz por tanto tiempo, y decirle sí al anhelo por Dios que se encuentra en lo profundo del alma de cada persona.

Si quiero que Dios obre en mí, ¿qué exactamente debe quebrarse?
Mi independencia.«Puedo lograrlo sin ti, Dios.»
Mi premeditación.«No puedes hacerme. No puedes decirme.»
Mi terquedad.«Voy a hacer esto a mi manera.»
Mi orgullo.«Protegeré mis intereses, mi reputación, mi posición.»

Todas estas actitudes impiden que Dios se ponga de manifiesto en nuestras vidas, así que serán las cosas que Él tratará de eliminar. Utiliza herramientas tales como una salud quebrantada, carreras quebrantadas, sueños rotos, relaciones rotas, promesas rotas, y corazones destrozados.

El propósito del quebrantamiento es llevarnos al punto donde podemos decirle a Dios, «No sólo te necesito, sino que eres todo lo que necesito.»  —JM