Dos jóvenes con la mente atribulada se acercaron al ómnibus misionero que había estado estacionado en el área del centro de una ciudad en Alemania. Los misioneros estaban ofreciendo galletas y café a los transeúntes como una manera para iniciar una conversación acerca de Jesús. Ambos jóvenes endurecidos llevaban puestos trajes de cuero pañuelos de colores estampados con calaveras de la bandera pirata cuando se abrieron paso hacia la acción. Al tratar de llegar a los misioneros, los muchachos querían mostrarles que había algo a lo que estos cristianos tenían que temer: a ellos.
Pero los misioneros no respondieron como los jóvenes esperaban. Los visitantes les dieron una bienvenida cálida y amistosa, y los seguidores de Jesús entablaron con ellos una conversación significativa. Sorprendidos, los muchachos se quedaron el tiempo suficiente como para escuchar el evangelio de Jesucristo. Uno confió en Jesús ese mismo día. El otro recibió la salvación al día siguiente.
Aquellos dos jóvenes y los misioneros que llegaron a ellos estaban a años luz de distancia los unos de los otros culturalmente hablando. Los muchachos eran alemanes; los misioneros eran norteamericanos. Los muchachos estaban profundamente involucrados en una cultura de tinieblas y muerte; los misioneros estaban haciendo brillar la luz. Pero la brecha cultural se cruzó con galletas, paciencia, y amor no sentencioso.
Mira a tu alrededor a las personas con las que tienes contacto —o incluso con las que debes tener contacto. ¿Están algunas de ellas al otro lado de la valla cultural? Si es así, ¿qué puedes hacer para mostrarles amor incondicional y total? ¿Cómo puedes llegar al otro lado de la brecha y mostrarles que la gracia de Jesús no conoce fronteras? ¿Cómo puedes ayudarlas a comprender que el Hombre que amó a los pecadores en Israel hace dos mil años les ofrece amor hoy?
Cruza la brecha. Lleva a Jesús a la cultura — aún si esta no se parece en nada a la tuya. —DB