En un informe en USA Today(EE.UU. Hoy), Rick Hampton escribió, «Los jóvenes generalmente no tienen la antigua religión política. Ven a la votación como un acto pintoresco e irracional». Se cita que un egresado universitario dijo lo siguiente: «No me importa lo suficiente como para preocuparme del por qué no me importa».

Me pregunto si ésta es la manera en que muchos seguidores de Jesús ven su responsabilidad cívica. ¿Qué debe darle forma a nuestro pensamiento en cuanto al deber cívico que tenemos en nuestro mundo?

Jesús nos ayuda a pensar con claridad en este asunto. Verás, el pueblo judío estaba bajo la autoridad romana, y ellos decían, «Dada la realidad de nuestra situación política actual, ¿debemos incluso pagar impuestos al César?» Cuando los fariseos, junto con algunos herodianos, plantearon la pregunta del impuesto a Jesús, estaban tratando de atraparlo. Si Él decía, «Paguen los impuestos al César», muchos de los judíos se disgustarían porque Él estaba afirmando la autoridad del César. Si, por el otro lado, decía, «No paguen los impuestos al César», las autoridades políticas se molestarían.

La asombrosa respuesta de Jesús (Mateo 22:20-21) nos da al menos tres aspectos significativos de profunda comprensión:

• Vivimos en un mundo con dos reinos —el reino del César (de autoridad humana, política) y el reino de Dios (de autoridad espiritual). Estos reinos pelean por nuestra lealtad.
• Tenemos responsabilidades para con ambos reinos. Nuestras responsabilidades en el govierno humano incluyen el pago de impuestos, dar honra a los líderes políticos, y votar. Orar por los líderes políticos y someterse a ellos son dos de nuestras responsabilidades espirituales en el reino de Dios.
• Nuestra mayor responsabilidad es para con Dios y Su reino. Lo que Jesús quería decir era  que si bien tenemos obligaciones para con el César, tenemos una mayor responsabilidad para con Dios.
David nos da una visión objetiva: «Algunos confían en carros, y otros en caballos; mas nosotros en el nombre del SEÑOR nuestro Dios confiaremos» (Salmos 20:7). Nuestra esperanza final no se encuentra en el gobierno humano; se encuentra en el propósito soberano de Dios.  —MW