La mayoría están familiarizados con el viejo cliché: «Si no lo hubiese visto, jamás lo habría creído». Un amigo profesor de ciencia termina sus correos electrónicos a sus amigos creyentes en Jesús dándole un giro a esta frase: «Si no lo hubiese creído, jamás lo habría visto».

Parece extraño que alguien en una profesión que se aferra a la idea que «ver es creer» sugiriera que algunas veces lo inverso también es verdad. Pero ésa es la realidad de una fe que se basa  en los hechos.

Algunas veces realmente tienes que creer en algo antes de poder verlo. Descubrí eso de manera dramática la primera vez que me mostraron un Estereograma de Imagen Sola en un Punto al Azar (SIRDS, siglas en inglés). Se trata de una de esas imágenes en la que una figura flotante salta a la vista proveniente de una especie de fondo de «papel tapiz.» Observaba a las personas que se quedaban mirando aquello y que luego de repente veían lo que todo el tiempo había estado escondido — ¡a simple vista! Al principio pensé que estaban bromeando y que estaba en Cámara Indiscreta. ¡Pero luego lo vi! Apenas si podía creerlo. Era claro que la imagen en tercera dimensión «flotando» en un espacio visual no era ningún accidente. Había sido diseñado como parte de la imagen.

Y eso se parece mucho a la fe en Dios, el inteligente Diseñador y Creador personal de todas las cosas. Dios, quien es espíritu, no aparece en nuestros sentidos materiales (excepto en el cuerpo de Cristo). Pero cuando enfocas tu visión espiritual creyendo en el testimonio de millones de creyentes en todo el mundo y te rindes  al Espíritu Santo que te anima, entonces verás. Los testigos no están mintiendo. Muchos han sufrido persecución por voluntad propia o incluso han muerto por su fe por causa de lo que habían visto y conocido.

La mayoría de los incrédulos parecen creer que aquéllos que han confiado en un Dios materialmente invisible han sido engañados, o que simplemente están queriendo hacerles trabar un cuento (como lo que yo creí al principio cuando la gente estaba mirando el SIRDS). La triste verdad es que una gran mayoría de incrédulos no creen porque no creerán.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Ayudemos a los demás diciéndoles por qué creemos en aquello que no podemos ver. —DO