Cuando estudiaba en el extranjero, siempre me emocionaba recibir cartas en mi buzón. Ya sea que las cartas fueran de familiares o de amigos, recibir nuevas del hogar siempre era algo que elevaba mi espíritu. Aunque disfrutaba del estudio fuera de mi país y me entusiasmaba la oportunidad que se me había dado, seguía amando mi hogar. Extrañaba estar en casa.

Tal vez hayas estado lejos del hogar y hayas recibido una o dos cartas. ¡Tal vez incluso una tarjeta para el Día de San Valentín! Esas páginas que dan calor a nuestro corazón nos animarán sin importar dónde nos encontremos: en un campamento, en el campo misionero, en una nueva ciudad, en un nuevo centro de trabajo. Incluso nos aferramos a ciertas cartas debido al gozo que trajeron . . . y todavía traen.

Me pregunto si tenemos ese mismo tipo de deleite cuando se trata de la Palabra de Dios. Es muy importante pasar tiempo saboreando la Palabra de Dios, meditando en ella y aplicándola en nuestra vida diaria.

En la lectura de hoy, el salmista escribió: «Sino que en la ley  del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche» (Salmo 1:2).

La ilustración del salmista de un árbol plantado junto a las aguas, dando fruto a su tiempo y con hojas que no se marchitan (v.3), es un bello retrato de cómo serán nustras vidas si vivimos por la Palabra de Dios. El Señor dijo a Josué: «Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito» (Josué 1:8).

Al comprometernos a pasar tiempo en la Palabra de Dios cosecharemos muchos beneficios. Así como las cartas de casa traen aliento y fortaleza, la Palabra echa luz en la oscuridad cuando estamos luchando con los problemas de la vida. Lee la Biblia: la carta de amor de Dios para ti hoy.  —JL