No soy muy bueno para los trabajos y arreglos de la casa. Cuando un proyecto de grupo requiere alguna forma de trabajo calificado, nunca me asignan los trabajos glamorosos.  Recientemente, cuando nuestra iglesia renovó un almacén en el centro de la ciudad, no se me pidió que ayudara a colocar el piso ni que ayudara a los enmarcadores cuando quedaran perplejos por algún ángulo difícil. Había trabajos de construcción con concreto, de plomería y de electricidad. No metí la mano en ninguno de ellos.

Sostuve un destornillador en la mano, y tuve que correr para alcanzarle a alguien un alambre eléctrico. Y tuve que limpiar, todo el mundo tenía muchísimo trabajo de limpieza para mí.

Me sentía inútil comparado con las personas que conocían la jerga y sabían lo que estaban haciendo. Estaba especialmente celoso de los que manejaban las herramientas eléctricas. Comparado con la de ellos, mi contribución no parecía ser mucha. Cualquiera puede usar una escoba.

Debido a mis limitadas capacidades de construcción, la historia de Nehemías de la reconstrucción del muro de Israel me es de particular interés. Me intriga el tercer capítulo, al cual antes siempre sólo le echaba un vistazo. Es una lista larga y monótona de quién hizo qué cosa durante la renovación.

En el primer grupo, Eliasib y los demás sacerdotes comenzaron a colocar las puertas, y todos los demás trabajaron a partir de allí. Un grupo a la vez, cada uno asumió la responsabilidad de una sección del muro: cavando hoyos, colocando vigas de madera y llenándolo todo con argamasa de barro.

Después de los sacerdotes, estaban los hombres de Jericó, y luego Zacur hijo de Imrí. Luego venían los hijos de Senaa. Ellos reconstruyeron la Puerta del Pescado, un nombre que estoy seguro alberga una gran historia.

En medio de este equipo también estaban los que colocaron los cerrojos (Nehemías 3:3). Éstos eran de mi tipo. Su trabajo era atornillar cerrojos. Podría sonar aburrido, pero si tomamos una perspectiva más amplia, ninguna de las tareas mencionadas demandaba grandes aptitudes. Cada grupo simplemente tomó la siguiente sección del muro . . . y lo reparó. Nada elaborado; nada emocionante.

Sin embargo, la Escritura registra su noble trabajo. Es evidente ue, en el reino de Dios, el trabajo común no existe.  —WC