Cuando Mattie Stepanek, de 13 años, murió de complicaciones a causa de una distrofia muscular, se le recordó como a alguien que tenía todas las razones para quejarse de la vida . . . y no lo hizo. Puede que hayas visto a Mattie en la TV con Oprah o con Larry King. Tal vez hayas leído alguno de sus libros de poesía inspiradora, «Canciones del Corazón,» los cuales han sido éxitos de librería. Tal vez te hayas preguntado cómo es que un muchacho cuya vida había sido una constante sucesión de habitaciones de hospital, tubos de oxígeno y transfusiones de sangre, pudiera pronunciar palabras de tanta sabiduría acerca de la esperanza, de Dios, de la oración y de la paz.

Cheryl Barnes, quien junto con su esposo, Peter, publicó el primer libro de poemas de Mattie, dijo: «Creo de veras que la historia de Mattie no se habría dado si no fuera por la gracia de Dios. ¿De qué otra manera se podría explicar lo que está sucediendo aquí?»

El ejemplo de optimismo y aceptación de Mattie me ha hecho cavilar sobre mi propio patrón de quejas. Temo que mi refunfuñar habitual se vea alimentado más por la incomodidad que por la adversidad. Quejo más del hábito que de la auténtica angustia. El resultado es que mis quejas no honran a Dios y no están atrayendo a las personas hacia Él.

Pablo instó a los creyentes en Filipos a que vivieran su fe en Jesús: «Haced todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo, sosteniendo firmemente la palabra de vida» (Filipenses 2:14-16).

La murmuración refleja el descontento con la vida y con Dios. Fue el pecado constante de los hijos de Israel durante sus 40 años en el desierto al quejarse por todo, desde sus líderes hasta su almuerzo (Éxodo 16:2-3).

Pero es difícil imaginar a Jesús refunfuñar por algo, porque Él aceptó de buena gana la voluntad de su Padre con acción de gracias.
Así que, ¿qué quedará para nosotros? Hay mucho gozo en el camino cuando uno no se queja al caminar con Jesús y vivir la increíble salvación que nos ha dado.  —DCM