«Al final de cada día de mi vida, sé que Jesús me ama y que es mi Salvador. El viernes pasado en el trabajo estaba planeando quitarme la vida, pero Dios está presente en un momento de necesidad. Hizo que el pastor Williams me llamara, y el sólo escuchar su voz me hizo saber que tanto Dios como él, como mi pastor, me aman.»
Esas son las palabras de una joven madre sin esposo que de vez en cuando asiste a nuestra comunidad de fe. En mi día libre, cuando se supone que debía estar descansando y haciendo nada relacionado con el ministerio eclesiástico, el Espíritu Santo me indujo a llamar a esta joven mujer para ver si le habían arreglado la transmisión de su auto. Nunca imaginé que mi llamada estaría dentro del tiempo de Dios, ni que tuviera el sello de su amor por todos lados.
Pablo debió haber tenido ciertas reservas cuando el Espíritu Santo le impidió a su equipo que fuera a las provincias de Asia y Bitinia en su segundo viaje misionero. Sin embargo, el Espíritu Santo los indujo a ir a Macedonia a predicar allí las buenas nuevas.
En cada situación, ellos obedecieron de inmediato. Si no hubiesen obedecido la inducción del Espíritu, no habrían tenido la oportunidad de ayudar a crear una nueva iglesia en Filipos, y no habríamos tenido el libro de Filipenses en nuestra Biblia. Pablo no quería que los cristianos estristecieran al Espíritu Santo (Efesios 4:30 y sirvió de modelo para esto escuchando y movilizándose al ritmo del Espíritu.
Cuando el Espíritu Santo nos induzca a hacer algo que está en concordancia con la verdad revelada de la Biblia, no lo entristezcamos haciendo oídos sordos a sus insistentes ruegos. Dile que sí, y al hacerlo, talvez podrías formar parte del nacimiento de una nueva comunidad, de un nuevo ministerio y de un nuevo paradigma para hacer seguidores de Jesús nuevos y mejores, o simplemente podrías ser usado para salvar una vida. —MW