Un amigo mío perdió poco a poco una buena parte de la sensibilidad en los dedos y en los pies debido por los efectos de la quimioterapia. Su condición, llamada neuropatía, es común entre los pacientes de cáncer.
Brian, un excelente atleta, luchaba por correr con soltura. Sus movimientos artísticos en la cancha de baloncesto ahora eran tiesos y torpes.
Comprendí a mi amigo lo mejor que pude. Pero ahora, debido a mis propios tratamientos de quimioterapia, siento un entumecimiento y un hormigueo en los dedos y en los pies. La neuropatía ha pasado de ser una preocupación distante a una condición que conozco de manera íntima.
Vivimos en una cultura que nos bombardea con actos de violencia —tanto representados como vividos— que pueden hacer que perdamos la sensibilidad. La crudeza de algunas películas y de algunos juegos de video, mezclada con una continua corriente de historias en las noticias de actos brutales, pueden hacer que nos entumezcamos y nos volvamos indiferentes. Esto me recuerda a una pareja de disc jockeysde la radio que fueron despedidos por hacer bromas acerca del asesinato de un rehén norteamericano.
Disculpándose por sus inapropiadas observaciones en el aire, uno de los hombres dijo que se había insensibilizado por todas las cosas horribles que estaban pasando en el mundo. Luego declaró que se había olvidado de que algunas personas todavía sienten.
El profeta Amós no se anduvo con rodeos cuando arremetió contra los israelitas por su falta de corazón hacia los demás y hacia Dios. Ya no sentían compasión ni lástima por los menos afortunados. Amós declaró que eran un pueblo «que oprimís a los pobres, quebrantáis a los menesterosos» (Amós 4:1). Fueron condenados por no preocuparse por las personas que sufrían.
¿Estás comenzando a perder sensibilidad por los demás al ser agitado en las olas de nuestra cultura violenta? ¿Te ha vuelto insensible lo que eliges en los medios de comunicación?
Vuélvete a Jesús y restaura tu relación con Él. Luego, abre tu corazón a aquellos que están sufriendo en tu propio ámbito y en otras partes del mundo. Dios quiere que te vuelvas a É. . . . porque Él se compadece de ti. —TF