Muy bien. Ya me harté. Estoy cansada de ser la cínica residente en mi comunidad de Internet. Pero también estoy cansada de recibir correos electrónicos que son mentiras que se circulan como pedidos de oración, o que se presentan bajo algún otro disfraz religioso.

Algunos de los correos electrónicos son historias desgarradoras de personas en necesidad de oración. Otros son advertencias sobre personas, productos o enemigos políticos. Algunos son inspiradores. Pero casi todos están infundidos de falsedad.

Siempre que recibo algún correo electrónico sospechoso lo compruebo. Toma menos de un minuto ir al buscador google.com y escribir algunas palabras clave de búsqueda. En cuestión de segundos puedo entrar en sitios como snopes.com o truthorfiction.com. Si el correo electrónico es falso, le contesto al remitente con vínculo al sitio de Internet que contiene la información, la cual ha sido compilada por alguien que se ha tomado el tiempo de encontrar la verdad.

Nadie quiere difundir una historia falsa, pero difundir rumores es muy fácil ahora que podemos divulgar información falsa a todo nuestro directorio con tan pulsar sobre la palabra «reenviar» Parece un pasatiempo inocente para muchas personas. ¿Pero lo es?

Cuando somos descuidados con la verdad desarmamos nuestra propia credibilidad de manera lenta pero segura. ¿Por qué creería alguien lo que decimos acerca de asuntos espirituales, como Jesús y su encarnación y resurrección, cuando divulgamos rumores sin molestarnos por descubrir si son falsos, demostrando que tenemos muy poca consideración por la verdad?

Alguien podría argumentar que la circulación de falsedades en correos electrónicos es algo inofensivo y carente de importancia. Pero consideremos unas cuantas cosas que la Biblia tiene que decir al respecto: «El justo aborrece la falsedad» (Proverbios 13:5). Jesús se refirió al diablo como el padre de mentira (Juan 8:44). No nos corresponde a los cristianos ser su cómplice.

Si queremos que la gente nos crea cuando se trata de los asuntos importantes de la salvación y la eternidad, no podemos darnos el lujo de sacrificar nuestra credibilidad por falsos rumores, por muy persuasivos o convincentes que parezcan.  —JAL