Espero que estés sentado cuando leas esta historia porque es realmente extraña. El verano pasado, el comentador de noticias Paul Harvey contó a su auditorio radial acerca de un muchacho en Europa que se hizo la cirugía plástica para verse como su perro.
Sí, esta persona verdaderamente atribulada consiguió que algunos doctores estuvieran de acuerdo en darle una nueva forma a su rostro para que se pudiera parecer más a Mojo, su perro dogo faldero. Aparentemente pensaba que el rostro de su perro le daba cierto tipo de carácter, y él quería imitarlo. ¡Qué bueno que el hombre no tuviera una iguana de mascota!
¿Y qué le pasó a este hombre luego que su rostro fue esculpido para entrar en el reino de los perros? Bueno, primero su esposa decidió dejarlo. Luego su jefe lo despidió. Pero entonces, la peor estocada de todas vino cuando su perro, incapaz de reconocer a su amo, se negó a tener nada que ver con él.
En realidad, el Sr. Cara de Perro no es muy diferente a la mayoría de nosotros (bueno, excepto que ninguno del resto de nosotros luce como un dogo faldero). Todos parecemos tener dentro una tendencia a estar inconformes con nosotros mismos: demasiado gordos; demasiado flacos; no lo suficientemente inteligentes; demasiado cerebrales; demasiado de esto; no lo suficiente de aquello.
Aunque en esta era en que las reformas extremas no significan simplemente comprarse un nuevo conjunto de vestir, lo grave es que hemos sido engañados para que pensemos que no podemos ser felices con lo que somos. Nos han guiado a pensar que tenemos que ser en parte modelo y en parte un actor famoso, o estamos completamente arruinados.
Tal vez sea el momento de hacer una revisión. Cada uno de nosotros estamos hechos a la imagen de Dios (Génesis 1:26-27). Cada uno de nosotros hemos sido específicamente formados por Dios (Salmo 139). Él nos ha dado todo lo que necesitamos para servirle (2 Pedro 1:3). Jesús mismo oró por nosotros (Juan 17:20), y el Espíritu Santo intercede por nosotros (Romanos 8:26).
Sigue adelante. Mira en el espejo. Lo que ves es a una persona en proceso que está siendo hecha por Dios para que se convierta en la persona que Él quiere que llegues a ser. Regocíjate en el bien que ha hecho y que está haciendo en ti. —JDB