Jon Krakauer era un fanático de escalar montañas que se unió a un grupo de profesionales y aficionados para experimentar el desafío supremo: escalar la montaña más alta del mundo. El monte Everest se yergue por encima de los 8.800 metros, la altitud de vuelo de algunos aviones comerciales. Veteranos experimentados y escaladores nativos guiaron al grupo exitosamente hasta la cima.
Pero la tragedia arremetió en el camino de bajada de la montaña. No tuvieron tiempo para lograr regresar a las tiendas del campamento de base antes de que los alcanzara una horrorosa tormenta. Un viento gélido de -36º C y una nieve enceguecedora hundieron en picada a la expedición que iba en busca de emociones a una gélida trampa mortal.
Antes de que la dura prueba fuera superada, seis miembros del equipo murieron congelados en las laderas, y a otro se le tuvieron que amputar la nariz y la mano debido a la severa congelación. Krakauer registró su experiencia de la tragedia en el libro Into Thin Air[En el aire enrarecido].
¿Qué fue lo que salió mal? En pocas palabras, sus recursos no eran adecuados para el desafío. Había transcurrido mucho tiempo antes de que dieran media vuelta. Se estaba usando muy poco oxígeno para evitar la asfixia en un aire tan enrarecido. Y no quedó suficiente fortaleza física para asumir los rigores del escarpado descenso.
El apóstol Pablo captó el principio de encajar los recursos con el celo. «Ahora pues, acabad también de hacerlo; para que como hubo la buena voluntad para desearlo, así también la haya para llevarlo a cabo según lo que tengáis» (2 Corintios 8:11).
Se puede hacer frente a cualquier tarea con un entusiasmo inicial. Pero a medida que los obstáculos surgen y el tiempo pasa lentamente, el entusiasmo puede ceder ante la apatía. La planificación y el control del tiempo son esenciales para cumplir con el trabajo. Jesús subrayó esto cuando dijo: «Porque, ¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla?» (Lucas 14:28)
La próxima vez que enfrentes una tarea, calcula los recursos que necesitarás para culminarla. Si no lo haces, puede que el proyecto desaparezca en el aire enrarecido. —DF