Una palabra que realmente parece molestar a la gente de hoy es obedecer. La obediencia les revienta particularmente a los que viven en sociedades democráticas. Les huele a esclavitud o al gobierno de algún superior sobre alguien a quien se le considera menos importante… o tal vez incluso prescindible, como la famosa «brigada ligera» inmortalizada por el poeta Tennyson.
Ésta fue una desventurada unidad militar a la que por error se le ordenó avanzar al campo de la artillería pesada. Las palabras de Tennyson hablan de su obediencia verdaderamente negligente: «No les corresponde razonar por qué, sino hacer y morir.»
La libertad de actuar por uno mismo es la piedra angular de la democracia. Pero también es una de las grandes limitaciones de la libertad: el ser libre de actuar mientras se ignora la mejor manera de hacerlo conlleva riesgos. A menudo es incluso fatal.
Esa es la razón por la que la obediencia bíblica es algo diferente. A partir de la Biblia —y de la experiencia— sabemos lo verdaderamente ignorantes que somos de muchas crudas realidades que se encuentran más allá de nuestro alcance. Somos como niños a los que se nos mantiene a salvo por medio de la obediencia a sus padres. Los pequeños que recién comienzan a caminar se mantienen lejos del fuego y de las calles, no porque comprendan los peligros inherentes, sino porque obedecen a sus padres. Confían en que sus padres están atentos a ellos y a su intereses.
Si bien el conocimiento es una cura para algunos tipos de ignorancia, la obediencia es la cura para mucha ignorancia espiritual. Sencillamente no podemos saber lo que Dios sabe, y debido a que nuestros intereses son lo más importante para Él, sabemos que obtendremos los mejores beneficios a través de la obediencia a sus mandamientos.
Para los niños, la salud y la supervivencia es la recompensa por la obediencia. Pero escucha lo que la Biblia dice acerca de la recompensa por nuestra obediencia a Dios: «Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada» (Juan 14:23).
¡Esa es una buena motivación para obedecer! —DO