¡Visa! ¡American Express! ¡Mastercard! ¡Préstamos para automóviles! ¡Deuda! ¿Qué opinas de las deudas? Lo que me viene a la mente es esto: ¡esclavitud! Las deudas de consumo fuera de control pueden robarle a una persona la libertad y la capacidad de disfrutar la vida. Siento un profundo desprecio por las deudas de consumo. Desearía tener el mismo desprecio por las deudas morales.
Cuando Jesús nos instruyó para que oráramos: «Perdónanos nuestras deudas», nos estaba invitando a vivir libres de deudas pidiéndole a Dios a diario que perdonara nuestros pecados y que no los recordara en contra nuestra. Pedirle a Dios que nos perdone es reconocer que todos nuestros pecados son contra Él. Estamos en deuda con Dios en su calidad de Legislador. Cuando quebrantamos las leyes de Dios nos convertimos en transgresores de la ley en deuda con un Dios Santo (Salmo 51:4). Quebrantamos las leyes de Dios por medio de pecados de negligencia (Santiago 4:17), pecados deliberados (Romanos 1:18-32) y pecados involuntarios (Lucas 12:48).
Pedir a Dios que nos perdone es tener la confianza de que Él puede darnos un nuevo comienzo prodigándonos su amor incondicional y su completo perdón. La belleza de la gracia y la misericordia de Dios es que en el momento en que le confesamos nuestros pecados, Él nos perdona y nos limpia de toda injusticia (1 Juan 1:9). Elimina nuestras trasgresiones y las echa tan lejos de nosotros como el oriente está del occidente (Salmo 103:12), pisa nuestros pecados bajo sus pies y echa nuestras iniquidades a la profundidades del mar (Miqueas 7:19).
Pedir a Dios que perdone nuestros pecados es dejar que su perdón total nos motive a perdonar a los demás. Perdonar a los demás es imposible en nuestras propias fuerzas. Debemos depender del Espíritu Santo para que nos dé un corazón de perdón (Gálatas 5:16-23). Es una demostración de nuestro agradecimiento por la gracia y la misericordia de Dios en nuestra propia vida. Si no estamos dispuestos a perdonar a otra persona, eso revela nuestra falta de comprensión de la gravedad del pecado y de la profundidad del amor de Dios por su creación.
¡Aceptar el perdón de Dios y ofrecer perdón a los demás es la manera de vivir sin deudas! —MW