En las barracas de un campo de concentración, mujeres de diferentes nacionalidades se apiñaban alrededor de una Biblia. Frase por frase, la Biblia se traducía verbalmente del holandés al francés, al polaco, al ruso y al checo. Corrie ten Boom, quien era la líder del estudio bíblico, describió esta experiencia como un «anticipo del cielo».

Ese tiempo de oración en un campo de la muerte nazi ilustra nuestro futuro con otros creyentes. La Biblia habla de santos en el cielo que difieren en raza, idioma y origen, pero que están unidos por su amor al Salvador. «Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda ribu, lengua, pueblo y nación» (Apocalipsis 5:9).

Desde sus inicios, la fe cristiana histórica ha atraído a una amplia gama de personas. Judíos y griegos, esclavos y libres, hombres y mujeres, ricos y pobres, todos han contado con miembros entre sus filas que se han convertido en creyentes en el Salvador (Gálatas 3:28). Puede que hayan venido a Jesús por diferentes razones, pero Él fue igual de preciosopara todos lo que vinieron. Apiñados en catacumbas para escapar del arresto y la persecución, cantaban himnos a su Redentor. La Iglesia perseguida estaba bien al tanto de su vínculo de fe.

Pedro mencionó este tipo de compañerismo espiritual en su segunda epístola. Lo llamó una «fe como la nuestra» (2 Pedro 1:1). La frase literalmente significa igual de preciosa. En la antigua Grecia se usaba para igualdad de posición ante la ley. El apóstol entendía que el punto de partida para la fe se encuentra al nivel del suelo, al pie de la cruz. A pesar de nuestras diferencias, todos somos pecadores necesitados de la obra expiatoria de Jesús. La buena noticia es que personas muy diferentes tienen igual acceso al Salvador (1 Pedro 1:8).

El próximo domingo, cuando vayas a la iglesia, mira a tu alrededor y observa cuán diferentes son todos. Pero cada creyente tiene una cosa en común: una «fe como la nuestra». Y eso hace posible el compañerismo espiritual.  —DF