Cuando hice mi traslado de una universidad cristiana de humanidades a una estatal me llevé una gran sorpresa. Pero no por las razones que podrías pensar. La gran sorpresa no se debió a la promiscuidad sexual en los dormitorios de las residencias de estudiantes, las nubes de humo de cigarrillo que inundaban los pasillos, el abuso de drogas y alcohol ni los disturbios en las calles por parte de manifestantes o parranderos borrachos. Nada de esa decadencia me sorprendió porque ya me habían advertido que lo esperara.
La gran sorpresa fue encontrar a estudiantes cuya fe era más firme que la mía. ¿Cómo podía ser eso?Me preguntaba. Yo era la que había estudiado la Biblia. Se suponía que yo fuera la que tuviera fortaleza espiritual. Pero muchos de los cristianos que conocí en la Universidad Estatal de Michigan eran más fervientes en su fe que yo.
Finalmente me di cuenta de la razón. La fe de ellos había sido desafiada y se había vuelto magra y fuerte. Mi fe había sido consentida y había crecido gorda y débil.
Cuando se trata de fortaleza física, sabemos que no pod vivir toda la semana como adictos a la TV y luego ser los mejores atletas en el campo durante el fin de semana. Pero queremos creer que a la fortaleza espiritual se aplican diferentes reglas. Preferimos pensar que el plan maravilloso de Dios para nuestra vida incluye una comodidad y una prosperidad cada vez mayores hasta el en que seamos llevados a nuestra recompensa final.
Sin embargo, la fortaleza espiritual no viene de deleitarnos en la bendición de Dios, de adquirir conocimientos de la Biblia, ni de memorizar argumentos para defender a Dios. La fortaleza espiritual viene de permanecer firmes en el poder de Dios.
Eso fue a lo que el apóstol Pablo se refirió cuando escribió: «Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Corintios 12:10).
¿Complacernos en los insultos, en las privaciones, en persecuciones y en angustias? Son las cosas que trato de evitar porque me hacen sentir débil e ineficaz. Pero la Biblia dice que las mismas cosas que me hacen sentir débil me harán fuerte si confío en el poder de la verdad, la justicia y la paz de Dios. —JAL