Justo cuando pensábamos que nunca entenderíamos lo que nuestro perro está pensando, el «Guau lingual», el traductor perruno, ha venido al rescate. Este artefacto, inventado en el Japón, utiliza un micrófono radial pegado a un collar para perros y un receptor de mano que traduce los ladridos en 200 frases diferentes. Afirma percibir el estado de humor y las emociones de tu perro al momento de ladrar. En Japón, 250.000 personas pagaron $120 cada una por el «Guau lingual» antes de que éste saliera a la venta en los Estados Unidos.

Craig Wilson, quien escribe para la revista USA Today, dice que aunque lamenta no haber inventado el traductor perruno para poder disfrutar de las ganancias, nunca ha tenido problema alguno para entender lo que su perro está pensando. Un ladrido alrededor de las 6 p.m. quiere decir que la cena no se ha servido, mientras que el ladrido constante a mediodía anuncia la llegada del cartero. «A menudo sólo basta con la forma en que ladea la cabeza —dice Wilson—. Traducción: «Seguramente me vas a llevar contigo.» El perro de Craig Wilson revela sus pensamientos a través de lo que dice y hace.

Nosotros también.
Jesús usó un cuadro cotidiano cuando dijo que a un árbo le reconoce por sus frutos. Lo que está dentro del árbol aparece en sus ramas. Explicó claramente que nuestras palabras y acciones fluyen desde lo más profundo de nosotros: «El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca» (Lucas 6:45). Lo que pensamos es lo que emerge en nuestras palabras y acciones.

Una vez más, Jesús mostró la importancia de nuestra vida interior en su ilustración del constructor sabio y del constructor insensato. La persona que escuchó las palabras de Jesús pero no obedeció fue como el hombre que construyó sobre la arena, mientras que el que las puso en práctica construyó sobre roca sólida. La tormenta que destruyó una casa no pudo remecer a la otra. Cuando reconocemos a Jesús como Señor y obedecemos sus palabras, Él es nuestro cimiento seguro.

Ya que los demás ven lo que está dentro de nosotros, es de vital importancia asegurarnos de que le estamos «ladrando» al árbol correcto (dirigiendo bien nuestros esfuerzos). Eso se traduce en una vida bien vivida.  —DCM