Al final de la primera carta de Pedro aparecen tres hombres con historiales muy diferentes (1 Pedro 5:12-13). La referencia a Pedro, Marcos y Silas es casi como algo de último minuto y fácilmente podría evitarse. Aminoremos el paso para verificar los antecedentes de estos tres hombres.
Pedro predicó con poder el día en que la Iglesia recibió el Espíritu Santo (Hechos 2:1-47). Entró en el hogar de Cornelio y dio un mensaje del evangelio que abrió la puerta a los gentiles (Hechos 10:1-48). Pero también llevaba sobre él una gran culpa. Anteriormente, luego de insistir en que moriría con su Señor, lo negó tres veces (Mateo 26:30-35; 69-75).
A Marcos se le llama el «querido hijo» de Pedro en la fe. En ese momento, Marcos se había hecho valioso tanto para Pedro como para Pablo (1 Pedro 5:13; 2 Timoteo 4:11). Pero en los antecedentes de Marcos había un vergonzoso fracaso. Él se convirtió en «desertor» en el primer viaje misionero con Pablo y Bernabé. Luego, cuando Bernabé trató de incluirlo en el segundo viaje misionero, surgió una acalorada discusión debido al fracaso pasado de Marcos. Como resultado de ello, Pablo eligió a Silas y navegó en una dirección diferente a la de la ruta tomada por Bernabé y Marcos (Hechos 15:37-41).
En el segundo viaje misionero, Silas reemplazó a Bernabé como compañero de Pablo (Hechos 15:36-40). Fue golpeado y encarcelado junto con Pablo (Hechos 16:12-40), y más tarde llegó a ser secretario personal de Pedro cuando éste escribió su primera epístola (1 Pedro 5:12). Su historial parece ser invalorable, pero es más que probable que sus fracasos simplemente no estén registrados en las Escrituras.
Así como Dios daba segundas oportunidades a la gente en tiempos bíblicos, también nos da segundas oportunidades a nosotros. Por medio de su gracia, los fracasos pasados se evaporan. Al igual que los primeros creyentes, cada uno de nosotros puede decir: «Eres perdonado, soy perdonado, somos perdonados.» Sigamos sirviendo juntos a Jesús. —DF