Dos veranos después de la muerte de la princesa Diana en un accidente automovilístico en París, John Kennedy Jr. murió en un accidente aéreo. Miré la cobertura de ambos funerales por TV.
Después de todo, como que los conocía… veía al uno o al otro casi cada semana… en la cubierta de la revista People. Observé a John-John cuando montaba bicicleta o patinaba por las calles de la ciudad de Nueva York, y una vez compré su revista George. Vi a Di visitando pacientes en las salas de SIDA, huyendo de los paparazzis, y esquiando con sus hijos.
¿Qué tan bien nos conocíamos? Había visto las fotografías de sus bodas, pero no me invitaron a las ceremonias. Nunca recibí una tarjeta de cumpleaños de ninguno de ellos. No andábamos por ahí juntos los fines de semana ni nos llamábamos para conversar. Nunca compartimos una cena de Acción de Gracias. De hecho… cuando pienso en ello… yo no los conocía en absoluto.
Mucha gente cree que conoce a Dios, y sin embargo, por medio de lo que dicen y de la manera en que viven demuestran que no lo conocen en absoluto. Existen diferentes niveles cuando se trata de conocer a alguien.
• Saber acerca de él (una celebridad, un líder político)
• Conocerlo como un conocido (nos reconocemos el uno al otro)
• Conocerlo como amigo (hemos compartido experiencias y disfrutamos estar juntos)
• Conocerlo como amigo íntimo (hemos compartido secretos, confiamos el uno en el otro, anhelamos estar juntos)
Por supuesto, lejos de Jesús jamás podemos conocer a Dios en realidad. Nuestro pecado es una barrera que nos separa de Él. Jesús murió en nuestro lugar (Romanos 5:8), y es sólo a través de Él que tenemos una vía para conocer a Dios íntimamente.
¿Qué nivel de relación tienes con Jesús? ¿Quieres «conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte»? (Filipenses 3:10). —CK