Octubre llegó, así que es tiempo de comenzar a pensar en la Navidad (aunque puede que estemos un poquito retrasados). Cada año, las señales de la temporada de fiestas están apareciendo con más y más anticipación. Fui a una gran tienda de descuentos a principios de septiembre para comprar una manguera para el jardín, y encontré que todo el departamento de suministros para jardinería estaba lleno de luces y decoraciones. Algunos centros comerciales y aeropuertos ya están luciendo árboles decorados. El mensaje está por todas partes: Comencemos a pensar en los regalos de Navidad.
Esa es una gran idea. Es tiempo de poner nuestra mente en marcha para la temporada más importante del año. Pero este año, tal vez podríamos comenzar por darnos cuenta de que el regalo más importante ya ha sido comprado. Nosotros somos el regalo comprado por Jesús para Dios el Padre. Él pagó por nosotros con su propia sangre, el precio más alto jamás pedido por regalo alguno.
El vívido lenguaje de la visión de Juan en Apocalipsis 5 describe una melodía celestial que celebra su gran sacrificio: «Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación» (v.9).
Jesús no obvió los detalles cuando compró nuestra salvación; Él pagó el precio máximo. Dio su vida con gusto, con amor y generosidad. ¡Cuanto mayor significado pueden tener estas palabras para nosotros al acercarnos a la Navidad!:
«Nadie me la quita [mi vida], sino que yo la doy de mi propia voluntad» (Juan 10:18).
«Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos» (Juan 15:13).
Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a El» (1 Juan 3:1).
Así que pensemos en los regalos de Navidad, y agradezcamos a Jesús el precio que pagó para darnos a Dios. —DCM