Algunos dicen que la teología es solo para los «profesionales». Sin embargo, la situación en la época de Jeremías ilustra por qué es importante que todos sepan lo que Dios dice acerca de sí mismo.
Los expertos religiosos de los días del profeta estaban tergiversando el mensaje de Dios al profetizar los «delirios de su mente» (Jeremías 23:26 NVI) y desviaban al pueblo con sus mentiras (v. 32). Debido a su falta de honestidad, la gente desconocía la verdadera naturaleza de Dios.
En la actualidad, hay personas que describen a Dios como un ser airado, vengativo y ansioso por castigar a la gente por errores insignificantes. Sin embargo, el Señor se describe diciendo que es «… misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad» (Éxodo 34:6). Otros le muestran al mundo un cuadro de un Señor amoroso, que es demasiado bueno para castigar la maldad. Pero Él se representa como alguien que ejerce juicio y justicia (Jeremías 9:24). Dios es, al mismo tiempo, un Juez justo y un Padre amoroso. Si enfatizamos un atributo por encima del otro, pintamos un cuadro falsificado de Su Persona.
Lo más importante que podemos saber de Dios y que debemos proclamarle al mundo es que el Señor no quiere castigar a la gente, sino que desea que todos se arrepientan, para poder perdonarlos (2 Pedro 3:9). No obstante, para ser en verdad amoroso, también debe ser absolutamente justo.