Los celos son una criatura interesante. A diferencia de otras plagas, los contraemos con facilidad pero nos es difícil librarnos de ellos. A menudo se encuentran en compañía de otros indeseables como la disensión, la envidia, la ira y el odio. Los celos son un impedimento para las relaciones. Si no los sacamos rápidamente por la puerta, pronto nos echan a perder la fiesta.
¿Has sentido celos últimamente? Es una emoción común. Podemos sentir celos de las relaciones (cuando el otro muchacho consigue a la chica), envidiar cosas (el automóvil o la colección de discos compactos de un amigo), el reconocimiento (premios o promociones que nos perdemos), y la experiencia (puedo ponerme bastante celoso de esos chicos en la TV que van a probar los mejores ugares para las vacaciones. ¿Y les paganpor hacer eso?)
También podemos ponernos celosos por asuntos espirituales. Como cuando Dios le da a alguien una experiencia espiritual que no nos ha dado a nosotros. Algunos de mis momentos de mayores celos han sido de esta naturaleza: cuando Dios bendijo los esfuerzos de otra persona más que los míos y le dio a ella responsabilidades adicionales en vez de a mí.
A menudo me he preguntado si alguna vez los doce apóstoles se sintieron celosos unos de otros. Lee los evangelios con cuidado y verás que Jesús eligió de manera intencional a Pedro, Jacobo y a Juan de entre el grupo. Sólo a estos tres privilegiados se les permitió entrar en la habitación de la hija enferma de Jairo y ver su milagrosa sanidad (Marcos 5:37). Sólo sus ojos vieron a Jesús transfigurado en una luz resplandeciente (Marcos 9:2). Sólo este círculo interno fue el que se arrodilló más cerca de Jesús cuando Él oró en Getsemaní (Marcos 14:33). Me pregunto cómo se sentirían Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo el hijo de Alfeo, Simón el Zelote, Judas hijo de Jacobo y Judas Iscariote después de estos eventos.
Jesús envió el Espíritu para darles a ellos —y a nosotros— un antídoto contra los celos. Al estar llenos de Él, podemos vencer el poder de éstos en nuestra vida (Gálatas 5:25).
Los celos se derriten cuando estamos en sintonía con el Espíritu de amor. Él llena todos los vacíos de necesidad y nivela el suelo entre nosotros y aquellos de quienes estamos celosos. —SV