Si alguna vez necesitara yo de alguna operación al cerebro, elegiría a Ben Carson para llevarla a cabo. Carson es un renombrado neurocirujano que ha realizado operaciones delicadas por todo el mundo, incluyendo la separación de siameses.
Sabiendo eso, emprende un viaje conmigo de vuelta a 1959. Un niñito llamado Benjamín está sentado en un salón de clases de la escuela primaria en Detroit. Todo indica que él es el menos inteligente de la clase. Sus compañeros de aula lo creen así. Su maestra lo cree así. Incluso el pequeño Benjamín esta bastante convencido de ello. Pero su mamá sabe más. Cansada de las malas calificaciones de Ben, ella lo hace ir a la biblioteca, tomar libros prestados, leerlos, y escribir informes sobre ellos. A pesar de sus protestas, Benjamín obedece.
En unas cuantas semanas, Benjamín se ha quedado prendado de los libros. Lee todo lo que puede encontrar. Para cuando llega el siguiente año escolar, Benjamín pasa del último puesto de su clase al primer lugar. Impulsado por un nuevo amor por el aprendizaje, crece hasta convertirse en el mejor de los neurocirujanos, el Dr. Ben Carson.
De bobo a doctor. ¿Qué marcó la diferencia? La motivación. Luego de que su madre lo motivara a través de la presión materna, desarrolló una automotivación para aprender. Descubrió que Dios lo había equipado con una mente brillante, y no tenía la más mí intención de desperdiciarla en las miserables calles de Detroit.
Carson no siente vergüenza de observar que su madre había orado para saber exactamente cómo motivarlo. Y de buen grado reconoce que fue Dios quien le dio sus extraordinarias habilidades (Éxodo 4:11-12). La motivación junto con las habilidades dadas por Dios dan como resultado el éxito, tanto para Ben Carson como para nosotros.
¿Cuántos de nosotros seguimos atascados en la escuela primaria, esforzándonos mucho por demostrar que no podemos hacer cosas, convenciéndonos a nosotros mismos de que está bien desperdiciar las capacidades que Dios nos ha dado? Moisés fue un Ben Carson anterior, convencido de que no podía hacer aquello para lo que Dios lo había equipado (3:11). Pero a través de un poco de motivación oportuna y dirigida por Dios, llegó a ser el gran líder de su pueblo.
Tú no eres ningún bobo. ¿Qué te está impidiendo ser todo aquello para lo que Dios te creó que fueras? —JDB