Si quieres saber lo difícil que es amar a un extraño que vive en tu hogar, únete a una familia política. Imagínala. Un hombre y una mujer se enamoran, deciden casarse, y luego, de repente, ellos y los hijos de cada uno de ellos se miran unos a otros a través de la mesa. Puede que algunos incluso estén lanzándose miradas desafiantes. No se trata exactamente de un vínculo instantáneo.
Si pudiera verlo en el futuro vería una guerra fría entre dos hermanastras: una se siente molesta de que la otra reciba más atención porque vive allí todo el tiempo. Vería a un hijastro que siente celos de que su padre pase tiempo con «esos» muchachos. Creo que habrían padrastros e hijastros discutiendo acaloradamente en cuanto a las reglas de la casa. Y vería a una madrastra alejándose de sus hijastros porque se siente herida por el rechazo de ellos.
Esta descripción suena dura, pero es una realidad en muchas familias mezcladas. El resentimiento, la ira y los celos son tan naturales como respirar. Al igual que Sara e Ismael, algunas familias políticas no desarrollan relaciones afectuosas (Génesis 21:9-11).
Es consolador, incluso liberador, saber que los miembros de una familia política no tienen que sentir amor unos por otros para tener una buena relación. Las familias políticas pueden elegir amarse unos a otros de maneras tangibles, incluso si no tienen sentimientos afectuosos. Lo más importante en una familia, especialmente en la familia de la Iglesia, son los actosde amor, no los sentimientosde amor (Gálatas 5:13; Efesios 6:7). Al servir a los demás, puede que nuestro corazón comience a cambiar y que el amor brote con mayor facilidad.
Igual que algunas familias políticas, algunas iglesias luchan mucho con problemas personales, mientras que otras desarrollan relaciones amorosas. En cualquiera de los casos, tú puedes ser el relaciones amorosas. En cualquiera de los casos, tú puedes ser eltipo de persona que ama a los demás creyentes a través de actos de servicio con una actitud de gentileza. Eso no significa ignorar los problemas. Más bien tratamos a los demás de la manera en que queremos ser tratados: con respeto y amabilidad (Filipenses 2:3-4).
Amar de esta manera honra a las personas en el cuerpo de tu iglesia local, alienta la comprensión afectuosa e imita el tierno corazón de Jesús. —AS