El perdón es algo con lo que todos tenemos que lidiar. No es fácil perdonar a alguien que realmente te ha herido profundamente. Imagino a Corrie ten Boom, la autora de El refugio, luchando por perdonar a las personas que estaban a cargo de los campos de concentración nazis. Debido a que ella había elegido esconder judíos de los nazis, fue encarcelada en barracas horribles, lo que tenía que comer no se parecía ni remotamente a comida, y soportó severos trabajos. Lo peor de todo, algunos miembros de la familia de Corrie murieron en el campo. Si Corrie pudo perdonar a sus captores después de todo eso, seguramente podemos perdonar a los que nos han herido.
Lucas 17:4 dice: «Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo.» El perdón fluye de un corazón que ha sido perdonado.
Tenía una amiga que me había hecho algunas cosas hirientes, y un día oré de esta manera: «Señor, ayúdame a amar a esta persona y a no tener malos sentimientos hacia ella. Perdóname por las veces en que sí los he tenido.» ¡No puedo explicar la paz y la libertad que Dios me dio luego de haber orado con esas palabras!
Tal vez seas tú quien haya hecho algo que ha herido a otra persona. Si el Señor te muestra que lo has hecho, haz lo que sea necesario para arreglar las cosas. ¡Dios te ayudará y te alegrarás de haberlo hecho!
Cuando David tuvo pecado no confesado en su vida, dijo: «Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día» (Salmo 32:3). Luego confesó sus pecados al Señor y Dios lo perdonó (v.5). Entonces dijo: «Con cánticos de liberación me rodearás» (v.7) y «Alegraos en el SEÑORy regocijaos, justos; dad voces de júbilo, todos los rectos de corazón» (v.11).
Así como el Señor perdona nuestros pecados, perdonemo los demás y pidamos perdón a los demás. ¡Vayamos a alabar al Señor! —Amy Koepp, Wisconsin