«¡Caray! ¡Esto es impresionante!» —le dije a mi familia mientras me encontraba de pie en la cima del monte Britton en la selva tropical del «Yunque» en Puerto Rico. Habíamos pasado los últimos 40 minutos subiendo por la montaña con dificultad para llegar a este punto. El sendero era un camino serpenteante y angosto totalmente cuesta arriba. La temperatura era de unos 32°C y estaba muy húmedo.
De más está decir que aunque caminar a través de una selva tropical fue una experiencia única, fueron varias las veces a lo largo del camino que dudé de la sabiduría de mis padres al elegir este sendero. Era muy difícil y rápidamente quedé exhausta. No creí poder lograrlo. Sin embargo, cuando llegamos al área del puesto de observación y las nubes se disiparon momentáneamente revelando una vista asombrosa, tuve que admitir para mis adentros: Mis padres sabían lo que estaban haciendo.
A lo largo de los últimos cuatro años, numerosas veces me he preguntado: ¿Realmente sabe Dios lo que está haciendo?He estado librando una batalla cuesta arriba con una enfermedad que los doctores ni siquiera han podido diagnosticar. Estaba exhausta —física, emocional y espiritualmente—, y lista para rendirme. Pero al mirar atrás a aquellos momentos de desafío, tuve una visión de lo lejos que había llegado. Y, como siempre, ¡Dios realmente sabía lo que estaba haciendo!
Cuando los judíos fueron llevados cautivos por los babilonios y obligados a vivir en el exilio en Babilonia, ellos también debieron haber cuestionado la sabiduría del plan de Dios. Pero Dios respondió con esta promesa: «Porque yo sé los planes que tengo para vosotros… planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza» (Jeremías 29:11).
Esto fue verdad entonces y sigue siéndolo hoy. Dios sabe lo que está haciendo. Podemos confiar en Él. —Kelley Bergsma, Pensilvania
Escrito por una amiga lectora de Nuestro Andar Diario