Una universidad estatal es diferente a una universidad cristiana. Puede que esa sea una declaración obvia, pero también resume mi primer semestre de enseñanza en la Universidad Auburn. En el año 2003 dejé la Universidad Campbell, en Carolina del Norte, adonde había enseñado por nueve años, para unirme al cuerpo docente de Auburn, de donde me había graduado en 1978.

Algunas de las diferencias eran obvias. En una pequeña universidad cristiana todos parecen conocerse. En una universidad estatal más grande no te separas de los estudiantes de tu departamento, aunque, con 800 estudiantes, nuestro departamento es tan grande como algunos colegios.

La diferencia en cuanto al clima espiritual tiene un efecto definitivo. No puedo hablar de mi fe tan abiertamente como lo hacía en Campbell. Como resultado de ello, puede que algunos de mis estudiantes compartan mis creencias sin darse cuenta de ello. Lamentablemente, los estudiantes hablan abiertamente de sus últimas hazañas de borracheras y sexo. No todos lo hacen, pero todos los que sí lo hacen parecen hablar más acerca de ello.

Entonces, ¿cómo respondo? En 1 Pedro 4 encontramos algunas buenas pautas. El versículo 1 nos dice que estemos listos para sufrir por nuestra fe. Para los lectores de esta carta del primer siglo, eso significaba persecución de parte del gobierno. Es una bendición no tener que enfrentar eso en la mayoría de los países occidentales. Pero debemos estar dispuestos a hacerlo. Eso significa aferrarnos a nuestra fe, incluso cuando los que nos rodean la condenen firmemente.

Los versículos 8 al 11 tratan de cómo los cristianos deben estar comprometidos unos con otros. Es importante que formes parte de alguna comunidad de fe, sea esta una iglesia, un ministerio en el campus y/o algún grupo pequeño de estudio bíblico, para mantenerte firme. No necesitas un lugar adonde escapar, un lugar que te proteja de cualquier contacto con el mundo exterior. En vez de ello, necesitas «miembros de equipo» comprometidos que te ayuden a seguir en el juego para que no te quedes sentado en los ayuden a seguir en el juego para que no te quedes sentado en los bancos.

Ahora bien, no voy a debatir si es mejor una universidad estatal o una universidad privada más pequeña. Pero ambas brindan excelentes oportunidades para vivir nuestra fe y recibir una verdadera «educación» en cuanto a cómo hacerlo.  —JC