Estamos en pleno verano y a nadie le interesa recibir una lección de gramática. Pero todo empezó cuando escuché a una joven describir la mayor lección que había recibido por medio de su empleo el año anterior: «He decidido que lo que hago es simplemente tan importante como la manera en que lo hago  —dijo—. ¡Creo que a Dios realmente le deben encantar los adverbios!»

Ella se había especializado en música y era una talentosa vocalista. Pero había estado trabajando como panadera en la cocina de un centro vacacional en las montañas. Los panes, los pasteles y las tortas le estaban saliendo excelentes, pero a ella le molestaba lo que hacía. Su actitud echaba a perder lo que podría haber sido un acto de amoroso servicio para el Señor. Eso fue lo que hizo que comenzara a pensar en cómo estaba emprendiendo su trabajo.

Tú recuerdas los adverbios, especialmente todas aquellas palabras que terminan en «mente» y que describen la manera en que se lleva a cabo una acción: silenciosamente, apresuradamente, torpemente, ruidosamente.

La Biblia está cargada de palabras que revelan las actitudes que hay detrás de nuestras acciones. En su carta a los cristianos en Roma, Pablo enfatizó la importancia del modo de pensar de ellos al ejercer los talentos que Dios les dio: «da, con liberalidad; … dirige, con diligencia; … muestra misericordia, con alegría». El enfoque opuesto no ayuda a nadie. Todos sabemos lo que se siente cuando recibimos un regalo que alguien nos da de mala gana, cuando servimos teniendo por líder a un perezoso, o cuando se nos perdona a regañadientes. Cuando procuramos agradar a Dios, nuestra actitud determina el valor de nuestras acciones.

Pablo continuó su carta instando a los romanos a gozarnos en la esperanza, a perseverar en el sufrimiento y a dedicarnos a la oración (12:12).

La actitud y la acción son como las alas derecha e izquierda de un avión: ambas tienen que estar allí para hacerlo volar. Y cuando ambas funcionan juntas ayudan a romper la fuerza de la gravedad y permiten que el aparato levante vuelo.

¿Qué estás haciendo estos días? ¿Cómo lo estás haciendo? Las palabras que terminan en «mente» en toda la Biblia son tan importantes como las palabras de acción que describen. Mi amiga, la cantante que aprendió a hornear pan humilde y gozosamente para el Señor, debe tener razón. A Dios realmente le encantan los adverbios.  —DCM