La frase «separación de la iglesia y del estado» ha sido usada para guiar ciertas decisiones en los tribunales de los EE.UU. a partir de un caso de la Corte Suprema en 1947. Estas palabras son el grito de guerra de los que quieren mantener todo lo que sea religioso fuera de los colegios, los edificios judiciales y otros lugares públicos.
Sólo existe un problema: la frase no se encuentra en la Constitución. Las palabras clave, provenientes de la Primera Enmienda, son: «El Congreso no hará ley alguna respecto al establecimiento de religión o la prohibición del libre ejercicio de la misma.»
Entonces, ¿de dónde salió la «separación de…»? Daniel L. Dreisbach, autor del libro Thomas Jefferson and the Wall of Separation Between Church and State[Thomas Jefferson y el muro de separación entre la iglesia y el estado], dice que Jefferson escribió esa frase una vez en una carta dirigida a la Asociación Bautista de Danbury.
Jefferson les escribió como «amigo de la religión y defensor de la libertad religiosa». Con el deseo de evitar una iglesia nacional como la que había en Inglaterra, escribió que «las cláusulas de establecimiento y del libre ejercicio le negaban al Congreso (la legislatura nacional) la autoridad para establecer una religión o dictar las creencias religiosas de uno, “levantando de este modo un muro de separación entre la iglesia y el estado”».
Según Dreisbach, el uso erróneo de la famosa frase de Jefferson promueve «una religión que es en esencia privada y un estado que es estrictamente secular. Inhibe la capacidad de la religión de informar a la ética pública… e infringe el derecho de las comunidades e instituciones religiosas de ampliar sus ministerios a la plaza pública».
Pablo escribió acerca de las «palabras vanas» que decían las personas que creían que las normas cristianas eran demasiado elevadas y que debía permitírsele a la gente vivir como quisiera (Efesios 5:6). Reconocía que los argumentos de dichas personas eran contrarios a las verdades originales declaradas por Dios.
Cuando escuches argumentos en la iglesia o en la vida cívica, esfuérzate por entender el origen de los mensajes que se están dando y su verdadero significado. Presta atención a las palabras vanas y erróneas. —TF