¿Qué pensarías si estuvieses leyendo un libro y el autor hiciera esta afirmación: «Soy el escritor más grandioso sobre la faz de la tierra»? (a) ¿Pensarías que el autor entendía mucho de grandeza?; (b) ¿te sentirías terriblemente irritado por la arrogancia de esta persona?; o (c) ¿dirías: «Creo que voy a leer a otro autor»?

Hablando en términos generales, no es buena idea que nos promovamos orgullosamente. Si tratamos de hablar a los demás acerca de nuestra propia grandeza, generalmente lo único que promovemos es nuestra propia insensatez.

Entonces, ¿qué hemos de hacer con Números 12:3? Allí es donde el escritor Moisés dice: «Moisés era un hombre muy humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra.» Ahora bien, esto puede ser un problema aún mayor que el escritor mencionado anteriormente y sus afirmaciones de grandeza. La humildad es muy diferente. Es algo que, una vez que afirmas tenerla, se va.

Existen varias posibles explicaciones a la afirmación de Moisés de ser humilde. Algunos eruditos sugieren que alguien añadió esta línea después de que Moisés escribiera el libro de Números. Otros dicen que la palabra traducida como «humilde» puede y debe traducirse como «abatido», lo cual implica sus luchas con María y Aarón. Aún otros dicen que si Dios inspiró las palabras, ¿quién era Moisés para cambiarlas? La Biblia es la Palabra de Dios para nosotros, y Él supervisó cada una de las palabras.

No importa cuál pueda ser la fuente de la palabra, la verdad de ella es increíble. Moisés, el gran líder del pueblo y un hombre que realmente vio a Dios en el monte Sinaí, mantuvo su humildad.

No trató a los demás con prepotencia debido a su posición. No hizo alarde de sus estrechos lazos con el Padre. No dejó que el poder lo corrompiera. Exhibió un verdadero liderazgo espiritual al tiempo que mantuvo su ego bajo control.

Entonces, el misterio no fue lo que Moisés dijo, sino lo que hizo. Nos mostró cómo dirigir sin dejar que el liderazgo se le subiera a la cabeza. Hacer eso en tanto que se le da honra a Dios es la solución al misterio de la humildad.  —JDB