Cuando estuve en Amsterdam hace algunos años visité una magnífica iglesia en el centro de la ciudad. De Nieuwe Kerk (La Nueva Iglesia) se encuentra en la plaza Dam. Tiene un cielo raso dorado, un altar elaboradamente tallado, y alberga un famoso órgano de tubos diseñado por Jacob van Campen, el arquitecto del Palacio Real. La Reina Beatriz fue coronada en esa iglesia en 1980, así como todos los monarcas holandeses desde 1814. De Nieuwe Kerkes una edificación impresionante.
Es fácil olvidar que la Iglesia no tiene cuatro paredes y un techo. Nos reunimos en la edificación de una iglesia como grupo de creyentes para poder adorar y tener comunión juntos, pero no podemos reunir en un colegio, en un centro comercial, en un parque, en un hogar o en cualquier lugar que se haya reservado para la adoración. Decimos que pertenecemos «a una iglesia», que tenemos una reunión de oración «en la iglesia», que tenemos un amigo «de la iglesia». Sin embargo, algunas veces necesitamos un recordatorio: nosotros somos la Iglesia.
La palabra griega usada en la Biblia para «iglesia» es ekklesia. Significa los «llamados fuera», aquellos que han sido «[llamados] de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2:9).
Como pueblo escogido por Dios (Colosenses 3:12), llevamos un tipo de vida diferente al que llevábamos antes. Cada vez más, nuestras vidas demuestran características de la Persona a quien seguimos.
Es una gran idea invitar a una persona no salva a que nos acompañe a algún culto de la iglesia, pero es aún más importante «llevarles la Iglesia» a los que no conocen a Jesús. La Iglesia de Dios habita en una comunidad de personas que son seguidoras amorosas de Jesús y que están creciendo. —CK