Hace un par de años, la cadena de televisión CBS presentó un nuevo Reality Show[programa que muestra situaciones que supuestamente son de la vida real] llamado «La carrera increíble». Diez equipos de 2 personas cada uno van corriendo por el mundo —por tren, autobús, avión o cualquier otro medio de transporte— desde un punto al siguiente, para recibir sus instrucciones para el siguiente desafío. La clave está en llegar a un punto designado durante cada etapa antes que los demás. El último equipo en llegar a cada punto de llegada es eliminado. La meta final es que un equipo gana un millón de dólares.
Creo que los seguidores de Jesús también se encuentran en una carrera que Dios ha establecido para ellos. Deseamos correr fielmente. Pero luego se dan las cosas de la vida: distracciones, decepciones, fracasos y sufrimientos. La vida tiende a hacer que tomemos desvíos no planeados. ¿Cómo corremos esta carrera para alcanzar la meta que Dios ha establecido para nosotros?
El apóstol Pablo captó parte de la respuesta en Filipenses 3:12- 14. Necesitamos ser honestos. Pablo admitió que podía mejorar en su caminar cristiano. Como seguidores de Jesús vivimos con la constante tensión de quiénes somos y quiénes deseamos llegar ser en Él. Estamos en proceso, avanzando en nuestra relación con Jesús. Somos personas imperfectas que sirven a un Salvador perfecto, y Él nos da gracia para ser conformados a su imagen.
Debido a que estar en proceso es una carga, debemos olvidar el pasado y centrarnos en el futuro. Pablo no permitió que sus fracasos y éxitos pasados evitaran su marcha hacia delante. Estoy convencido de que mirar atrás es una manera segura de impedir el avance. Así como los fracasos pasados nos pueden causar temor, los éxitos pasados nos pueden volver flojos. Podemos avanzar a pesar de nuestros fracasos porque Jesús nos ha perdonado. Podemos avanzar a pesar de nuestros éxitos porque Jesús tiene nuevas montañas para que las escalemos.
Corremos la carrera —no por un millón de dólares— sino por ese premio final de ser como Jesús. Todos anhelamos escuchar a nuestro Señor decir: «Bien hecho, mi siervo bueno y fiel. ¡Estás corriendo una carrera increíble!» —MW