Lance Morrow, un ensayista galardonado que trabaja para la revista Time, ha escrito un libro sobre un tema controversial: el mal. Él observa que gracias a un énfasis cada vez mayor en el multiculturalismo y la tolerancia, estamos perdiendo nuestra capacidad de detectar y hacer juicios morales sobre actos malignos.
«Las contradicciones de la diversidad cultural como regla simplemente se anulan unas a otras. El hecho de que tú tengas tu modo de hacer las cosas, y que yo tenga el mío, significa que ninguno de los dos modos tiene fuerza moral ni autoridad. El resultado es un mundo en el que no existe el bien ni el mal, sino simplemente diferencias de perspectiva.»
No importa cuán culturalmente sensibles tratemos de ser, el mal todavía hace su trabajo en este mundo.
El autor G. K. Chesterton dijo que el pecado original es la única doctrina cristiana que se puede demostrar por medio de la experiencia. Chesterton se refería a la creencia bíblica de que «los seres humanos son pecadores». Los datos para esto se encuentran en las noticias de las 6 y en los titulares de la Internet. El robo, la violencia familiar, el racismo y el asesinato son terribles recordatorios del lado oscuro de la naturaleza humana.
El escritor Alexander Solzhenitsyn, ganador del Premio Nóbel, escribió: «Descubrí poco a poco que la línea que separaba el bien del mal no pasa a través de estados, ni entre las clases, ni entre los partidos políticos, sino justo a través de cada corazón humano… e incluso en el mejor de todos los corazones, siempre queda un pequeño rincón no desarraigado de maldad.»
La clave para entender el bien y el mal es tener una perspectiva bíblica del corazón humano (Hebreos 4:12). Esperar sólo lo bueno del comportamiento humano nos deja parcialmente ciegos. Humildemente tenemos que discernir el bien del mal.
Seamos tolerantes. Celebremos las diversas culturas. Pero aun más importante, dirijamos nuestra vida siguiendo la brújula moral de la Palabra inspirada de Dios. Ésta provee los medios de discernimiento moral en un mundo complejo y confuso (Hebreos 5:14). —DF