Todos hemos experimentado penurias en algún momento de nuestra vida. Problemas con amistades, alguna muerte en la familia, mala salud o dificultades económicas son algunas de las mayores. Algunas personas han pasado por todas estas dificultades y muchas más. Nuestros esfuerzos por controlar nuestra propia vida —eliminar los desafíos— a menudo terminan en un fracaso total. Necesitamos una solución divina.
Las Escrituras nos dicen que Dios se convierte en todo lo que necesitamos cuando nos sometemos a Él. Pero nunca podremos entender la sumisión total hasta que experimentemos las penurias. Dios no está interesado en las soluciones humanas, Él quiere que experimentemos una solución divina. Cuando leemos 2 Corintios 12 vemos que Pablo comprendió su necesidad de confiar totalmente en el generoso favor de Dios.
¿Estás listo para experimentar una solución divina? Puede que no sea el camino que elegirías. Tal vez te ayude a aprender paciencia. Pero una solución divina glorificará a Dios y te acercará más a la meta que Él tiene para ti. En lo que respecta a Pablo, el «aguijón» en su carne nunca le fue quitado (v.7). Aunque el apóstol oró por ello, Dios proveyó una respuesta que permitió que su gloria se mostrara a través de la debilidad de Pablo (vv.8-9).
El cambio principal no se dio en la situación de Pablo; se dio en su actitud. Él se dio cuenta de que necesitaba someterse a Aquel que lo controla todo. Comenzó a alardear de su debilidad (v.9) y al hacerlo, se hizo «fuerte» (v.10).
Al considerar la situación en que te encuentras, ¿acaso ves sólo una solución? ¿Acaso sólo quieres que te quiten el aguijón? Puede que Dios tenga otros planes. Deja de aferrarte a tus propias soluciones, busca entender lo que no puedes cambiar, y ora por la solución divina de Dios. —Josh Jenkins, Arkansas
Escrito por un amigo lector de Nuestro Andar Diario