Este año es la dieta de South Beach. Hace un par de años —y todavía tiene fuerza— la dieta Atkins regresó a la popularidad. Entre ambas estuvo la dieta Zonal, parecida a la Atkins pero para los ricos y los genios de las matemáticas.

Parece que todo el mundo está obsesionado con lo que entra en su boca: carbohidratos, grasas, proteínas. Quieren rebajar de peso rápidamente, aunque tal vez no de manera saludable. Para ellos, la apariencia es importante. La gordura está pasada de moda; la delgadez está de moda.

Ojalá estuviésemos igual de preocupados por lo que salede nuestra boca y de nuestro corazón. Eso también puede ser preocupante.

En tiempos de Jesús, muchos judíos legalistas observaban lo que comían. Sin embargo, no estaban contando calorías. En vez de ello estaban añadiendo sus «puntos de justicia», buscando el favor de Dios. Algunos legalistas estaban tan obsesionados que ponían una tela encima de un vaso antes de verter agua en él. De ese modo, ningún mosquito podía posarse en el agua sin que se le viera. Si un insecto entraba en la boca de un judío, éste quedaba impuro.

Tal y como Jesús lo señaló, lo que ellos comían —de manera intencionada o no— no los hacía «impuros», indignos de entrar en la presencia de Dios. Más bien eran sus malos pensamientos y actos los que los envilecían. Una y otra vez parecía que los fariseos estaban obsesionados con lo que estaba sucediendo afuera, mientras que Jesús los desafiaba a ver adentro, a ver su estado espiritual.

Podemos ser igual de conscientes de lo externo pero de una manera más vana, obsesionándonos con nuestra apariencia física y no con lo que Dios podría pensar. La solución es la misma que se da en el párrafo anterior: mirar hacia el interior, preocuparnos por nuestra salud espiritual. Entonces, nuestro enfoque tiene que mantenerse hacia adentro; no debemos repetir el error de los fariseos de concentrarnos en las acciones externas. Al comenzar desde adentro, nuestras acciones externas se alinean.

Así pues, ¿qué tipo de dieta espiritual sigues? Recuerda, en la vida cristiana, la clave no sólo está en la dieta sino en el ejercicio. Aliméntate de la Palabra de Dios y luego pon tu fe en acción. Eso se verá grandioso, tanto por dentro como por fuera.  —JC