La tribu de los Masai en el África Occidental tiene una manera inusual de decir «Te doy las gracias». Su mensaje es: «Mi cabeza está en el polvo.» Cuando los Masai quieren agradecer a alguien, colocan la frente en el suelo para expresar gratitud con humildad.

Me pregunto si Rut, una extranjera, hizo algo similar cuando Booz le mostró una amabilidad especial al protegerla y proveer para ella más allá de lo que la ley exigía. Debido a que ella esperaba el tratamiento opuesto, Rut se conmovió ante estos actos de amabilidad. Al inclinarse ante Booz y hacerle la pregunta, mostró un espíritu de humildad.

La humildad es una actitud de modestia y obediencia cimentada en el reconocimiento de nuestra posición delante de Dios. A través del profeta Miqueas, Dios mandó a su pueblo a que fuera humilde: «Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el SEÑOR de ti, sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?» (6:8).

La Biblia está llena de principios que dicen cómo nuestra humildad está conectada con el favor de Dios:
•  Dios rescata a los que son humildes (Salmo 18:27).
•  El Señor guía a los humildes en lo que es correcto enseñándoles Su camino (Salmo 25:9)
• El Señor se preocupa por los humildes (Salmo 138:6).
• El Señor sostiene a los humildes (Salmo 147:6).
• El Señor se deleita en su pueblo; corona a los humildes con la salvación (Salmo 149:4).

El amor y el favor de Dios hacia los pecadores como nosotros fueron más allá de la ley. Nos mostró una amabilidad especial a través de la muerte de Jesús. Al igual que Rut, nosotros también éramos extranjeros. Cuando reconocemos nuestra maldad delante de un Dios santo, Él nos sorprende con su asombrosa gracia coronándonos con la salvación.

Nuestra sola respuesta a tal amabilidad es poner nuestras cabezas en el polvo, expresando nuestra gratitud y humildad delante de Él.  —MW