Me encontré con una historia corta interesante acerca del rey de una tribu al que le encantaba cazar con su fiel asistente. Siempre que algo sucedía, fuera bueno o malo, el asistente tenía la costumbre de decir: «Es bueno.»
En un viaje de cacería, el asistente accidentalmente haló del gatillo de su rifle y voló el dedo meñique de la mano izquierda el rey. Mientras del rey gritaba de dolor, el asistente dijo: «Es bueno.» Así que el rey lo echó en la cárcel.
En el siguiente viaje de cacería, el rey deambulaba por un territorio extraño y fue capturado por caníbales. Estos caníbales tenían una extraña superstición: no comían a nadie que no estuviera completo. Así que cuando descubrieron que al rey le faltaba el dedo meñique izquierdo, lo dejaron ir.
El rey se dio cuenta de que su asistente había tenido razón. Así que fue a la prisión y le dijo al hombre: «Lamento haberte echado en la cárcel.» El hombre le respondió al rey: «Es bueno.» El rey no podía entender, así que le preguntó por qué. El hombre dijo: «Si no hubiese estado en prisión, habría estado fuera cazando con usted.»
Esta historia me recuerda la vida de José. En Génesis 50, no sólo vemos la actitud de José llena de gracia sino también la mano de Dios en su vida. A pesar de que sus hermanos lo habían vendido como esclavo por celos, el Señor usó esa circunstancia para bien, colocando a José en un cargo de poder en Egipto para que pudiera salvar a los israelitas en una época de hambruna.
José dijo: «Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien» (v.20). «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien…» (Romanos 8:28).
Podemos descansar seguros en la buena y perfecta voluntad de Dios, incluso cuando puede que no la entendamos totalmente. Así como dijo Elisabeth Elliot: «No encontraré descanso en ningún otro lugar sino en Su santa voluntad, una voluntad que indescriptiblemente se encuentra más allá de las ideas más amplias que yo pueda tener de lo que Él se trae entre manos.» amplias que yo pueda tener de lo que Él se trae entre manos.» —JL