Bueno pues, ¿a quién has estado adorando últimamente? Según un reciente estudio publicado en la revista New Scientist, un tercio de la población de los EE.UU. sufre la soñadora enfermedad conocida como Síndrome de Adoración a los Célebres.
Alrededor del 20% sigue de cerca a los célebres por entretenimiento y razones sociales. Otro 10% siente algo «intensamente personal» por algún ídolo específico, y muchos dentro de este porcentaje creen que tienen un lazo especial con alguna estrella de cine, de los deportes o de la música. Estas personas están experimentando señales de adicción en su adoración a los célebres.
El 1% de los ciudadanos de los EE.UU. está luchando con una enfermedad «que raya en lo patológico» en cuanto a su adoración a alguna figura pop. Los que están dentro de este porcentaje con gusto se harían daño o le harían daño a los demás en nombre de su ídolo. (Como que nos alegra no ser una celebridad, ¿no?)
El verano pasado, una superestrella de la Asociación Nacional de Baloncesto de los EE.UU. (NBA), que admitió haber cometido adulterio y a quien se le había acusado de violación, recibió el Premio de la Preferencia de los Adolescentes por ser «la figura deportiva masculina favorita». Es evidente que a menudo idolatramos a alguien por su apariencia o por lo que puede hacer, no por lo que es.
Como seguidores de Jesús debemos darnos cuenta de lo importante que es reservar nuestra adoración sólo para Dios. Una vez, Satanás trató de tentar a nuestro Salvador diciéndole que los reinos de la tierra serían suyos «si te postras delante de mí» (Lucas 4:7).
Jesús respondió diciéndole al maligno: «Escrito está: Al SEÑOR tu Dios adorarás, y a Él solo servirás» (v.8). Estas palabras son una paráfrasis de lo que Dios dijo a Moisés allá en el Antigu Testamento: «Temerás sólo al SEÑOR tu Dios; y a Él adorarás, y jurarás por su nombre» (Deuteronomio 6:13). La manera en que Jesús respondió revelaba tres cosas:
1. Él era el Hijo de Dios.
2. No iba a dejarse desviar de su misión.
3. Él era el Hombre perfecto y sin pecado que no se inclinaríaante nadie que no fuera digno de adoración.
¡Qué ejemplo el que Jesús nos dio! Adoremos a Dios por ser quien es. Él solo es digno de toda nuestra alabanza, no un ídolo pop en su efímera fama. —TFa