Llegué a la funeraria 20 minutos antes de la hora programada para el inicio del servicio, y quedé sorprendido al encontrar el estacionamiento vacío y la puerta de entrada cerrada con llave. ¿Había llegado en el momento equivocado o en el día equivocado?

Finalmente, una dama abrió la puerta y me dijo que el servicio de las 11 a.m. había sido cancelado. Me indicó que entrara por una puerta lateral para mayor información.

Caminé por un silencioso pasillo y noté un ataúd abierto en una habitación al lado. El cuerpo de mi amigo yacía vestido en un traje de vaquero, con su mejor sombrero de fieltro descansando sobre su pecho. Parecía ser la única persona a quien no le preocupaba cuál sería el lugar de descanso final para su cuerpo. Su ex esposa, quien era su pariente más cercana, quería enterrarlo en un cementerio para veteranos en Denver. Sus amigos vaqueros dijeron que él nunca podría descansar en paz allí y propusieron envolverlo en una frazada y dejarlo en las montañas que amaba. Incluso habían obtenido una orden judicial para detener los actos, incluyendo el servicio al que yo había planeado asistir, hasta que se pudiera llegar a una decisión.

Los amigos prevalecieron y su cortejo a la antigua, con un carruaje tirado por un caballo, fue el titular del periódico local e incluso apareció en un ejemplar de la revista Newsweek. El problema era un cuerpo, un cadáver, el antiguo hogar de un hombre muerto.

Al acercarnos a la Pascua, es fácil olvidar que luego de que Jesús murió, sus seguidores enfrentaron la espantosa irrevocabilidad de tener que lidiar con su cuerpo. Los cuatro Evangelios registran la visita de José de Arimatea a Pilato pidiendo el cuerpo de Jesús. José bajó el cuerpo de la cruz, lo envolvió en lino y lo colocó en una tumba. Se había muerto, se había enterrado y se había ido.

Y eso es lo que convierte en algo tan increíble lo que Jesús hizo después. En la Pascua, Él resucitó de entre los muertos. Sus seguidores no podían creerlo cuando les dieron la noticia por primera vez.

Cuando cantes la canción «¿Estabas allí cuando lo pusieron en la tumba?», piensa en un cuerpo y en un entierro, y en el sufrimiento de todos los que lloraron la muerte de Jesús. Luego canta más fuerte el domingo porque ¡ÉL ESTÁ VIVO!  —DCM