En una lista de discapacidades físicas, la parálisis y la ceguera probablemente estén a la cabeza entre las «más temidas». Es difícil imaginar cómo es la vida para los que pierden la capacidad de ver o de moverse. Sin embargo, si bien las discapacidades físicas pueden ser aterradoras, puede que la discapacidad mental sea aún peor. ¡Imagínate que pierdes la capacidad de reconocer, recordar o razonar!
La mayoría de nosotros adquirirá alguna forma de discapacidad. La pregunta no es si la enfrentaremos, sino cuándo, de qué forma, qué tan de repente y hasta qué grado. Tal vez algunosadquieran discapacidades de manera gradual a través de la enfermedad o en la vejez, mientras que otros las adquieren mucho más temprano y de manera más súbita a través de accidentes y percances.
Sin embargo, la mayor de las discapacidades del hombre no es física, emocional o mental. Es en esencia espiritual. Si bien lo primero puede afectarlo para toda la vida, ¡lo segundo lo afecta portoda la eternidad! La ceguera física es terrible, pero tener ojos y no poder ver la verdad es peor. De manera similar, la parálisis puede ser abrumadora, pero tener pies y no poder caminar rectamente tampoco es mejor. En las décadas pasadas, la ciencia moderna, la medicina y la sicología han logrado superar algunas anormalidades físicas, mentales y emocionales. Pero, ¿cuál es la cura para nuestra discapacidad llamada pecado?
Es una cura que sólo Dios podía dar. ¡Envió a su Hijo Jesucristo!
En Juan 9 aparece un relato interesante en el que se incluye a un ciego, algunos fariseos y a Jesús. Aunque había nacido ciego, el hombre «vio» que sólo Jesús podía salvarlo. Jesús no sólo lo ayudó a superar su discapacidad espiritual, sino que también sanó su ceguera. A la inversa, los fariseos no tenían defectos físicos. Pero debido a su arrogancia, estaban ciegos a la verdad.
Hay muchos con ojos que no pueden ver. Oremos para que Jesús cure su ceguera espiritual. –LCC