Amenudo la percepción de un niño es poco profunda. Esto fue definitivamente cierto en mi vida. Cuando era niño, mi madre escuchaba a Steve Green, uno de sus cantantes favoritos. Un día me confundí con la letra al escucharlo cantar. Decía más o menos así: «Estoy crucificado con Cristo, por lo tanto, ya no vivo más.» Al escuchar esto repetirse unas cuantas veces, surgieron preguntas en mi mente joven: ¿Cómo podía estar yo crucificado con Cristo cuando eso pasó hace 2,000 años? ¿Y cómo ya no puedo vivir más cuando sigo parado aquí?
No recuerdo las respuestas que mi madre me dio en ese momento, pero estoy seguro de que no las entendí. Pero ahora que soy adulto, el concepto me parece esencial. No sólo necesitamos entenderlo, sino que también debemos creerlo para que pueda cambiar nuestra vida.
Cuando Jesús murió en la cruz lo hizo por nosotros. Nuestro «viejo ser» fue crucificado junto con Él, obligándolo a morir (Romanos 6:6-7). Sin embargo, nuestro espíritu puede volver a nacer gracias a la victoria de Jesús sobre la muerte. Él se levantó de entre los muertos y nos dio la oportunidad de aceptarlo como nuestro Salvador personal. Abandonamos nuestra vieja vida y elEspíritu Santo entra en nosotros para guiar nuestra nueva vida.Jesús llamó al Espíritu Santo «Consejero» o «Consolador» (Juan 14:16). Este Consolador entra en nuestro cuerpo en el momento d nuestro «nuevo nacimiento» para ayudarnos y guiar nuestra vida para siempre.
Cuando era niño comprendí que Jesús me amaba y que había muerto por mí. Pero su importancia más profunda no me llegó sino hasta cuando me convertí en un joven adulto y estudié la Palabra de Dios.
Ahora, cuando escucho la canción de Steve Green, entiendo por qué él cantaba con tanto gozo. —Joshua Markel (Pensilvania)
Escrito por un amigo lector de Nuestro Andar Diario