Jamie creía que su vida era normal. Pensaba que sus experiencias en casa no eran diferentes a las que los demás niños conocían como la vida real.
Estaba equivocada.
La mamá de Jaime se casó con un hombre que al principio parecía una persona agradable. Pero unos cuantos años después comenzó el comportamiento controlador. A Jaime y a su hermana menor no se les permitía jugar afuera. Su padrastro las había obligado a observar pornografía con él. El abuso mental, verbal, físico y sexual continuó por años.
Recientemente, Jamie me envió un mensaje electrónico junto con una súplica. Por favor, haga que los demás se den cuenta del abuso que puede estar dándose a su alrededor, incluso en sus propios hogares. Hágales saber que ésta no es la manera en que Dios diseñó la vida.
Jamie escribe: «Mientras crecía pensaba que esta vida era normal. Asumí que eso era lo que se suponía debía hacer un padre, ya que mi padrastro constantemente me decía que él era un buen padre. Me decía que nunca le dijera a nadie.
Creía que esto era lo que pasaba detrás de las puertas de cada casa y que simplemente tenía que afrontarlo. Sin embargo, luego de ingresar en la Marina aprendí que la vida no está llena de abuso y golpes. Se supone que una niñita corra hacia su padre cuando él viene a casa del trabajo y le diga: «Hola papá, te extrañé.»
Jamie ha encontrado ahora un padre a quien amar: su Padre celestial. Ha recibido la vida real que Jesús ofrece: «El ladrón sólo viene para robar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
Puede que su padre terrenal haya robado a Jamie su inocencia y una niñez feliz. Pero Jesús, el Buen Pastor, ha provisto la manera de que ella experimente el amor de Dios.
Jamie ha encontrado el amor puro que trae gozo cuando se comparte con los demás (1 Juan 1:3-4). Si tú, o alguien a quien conoces, ha sido herido por alguna relación malsana, lleva ese dolor a tu Padre que está en el cielo. Él es la fuente de la vida real. —TF