Debido a los villancicos y otras tradiciones navideñas se ha creado cierta confusión respecto al nacimiento fenomenal de Jesús, anunciado por una estrella y ocurrido hace unos 2.000 años. Primero, no sabemos cuántos «reyes» eran. Y en realidad eran astrólogos (magos), probablemente de Persia. Pero una cosa que sí sabemos por la Biblia es que produjeron una gran agitación cuando llegaron a Jerusalén. Probablemente llegaron en una caravana de buen tamaño con un contingente de asistentes. Y rápidamente captaron la atención del rey Herodes, sobre todo cuando empezaron a preguntar acerca del recién nacido «Rey de los judíos». Herodes pensaba que ¡élera el rey de los judíos!
Sin embargo, era versado en cultura romana y creía que se debía escuchar a los «sabios» de Persia. Éstos eran los más grandes científicos de su época. Conocían las estrellas. Y creían conocer los mensajes ocultos en los cielos, sobre todo el significado de las «señales» astronómicas como la estrella vagante especial que habían estado siguiendo. Gran parte de la astrología de aquellos tiempos, igual que hoy, era pura imaginación. Pero también incluía una gran cantidad de conocimiento sobre astronomía. Es evidente que Dios usó las habilidades científicas de los magos para conducirlos desde Persia a Judea.
Sin embargo, como siempre, las verdades de la ciencia sólo nos llevan a un punto. La estrella, junto con la revelación especial de la profecía de Miqueas (Miqueas 5:2), llevó a los magos al lugar del nacimiento de Jesús. Cuando siguieron la dirección de las Escrituras y fueron a Belén, de verdad estaban siendo sabios.
Más sabia aún fue su conducta cuando vieron a Jesús. Se postraron en adoración y humildad. Sabían que los cielos habían revelado al Creador, pero ahora sabían que era la Palabra de Dios lo que reveló al Salvador. No hay lugar a confusiones aquí: vieron a Jesús cara a cara. —DO