Cuando lees la palabra plaga, probablemente pienses en los actos sobrenaturales de Dios que contribuyeron a liberar a su pueblo de Egipto hace mucho tiempo. Sin embargo, en todo el mundo hoy la gente está luchando contra una horrible plaga. Esta devastadora enfermedad lleva el nombre de SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida).
Cada 24 horas, según un artículo publicado en abril de 2003 por el ministerio Rainbows of Hope[Arco Iris de Esperanza], casi 8.000 personas mueren y unas 15.000 más se infectan con el virus del VIH.
África, el continente que una vez experimentó la obra de la mano de Dios a través de plagas milagrosas, es hoy el campo de batalla primordial de la epidemia del SIDA. Se estima que 75% de los 45 millones (¡!) de víctimas del SIDA viven en el África subsahariana.
Entre los afectados hay viudas y huérfanos, gente inocente que ha perdido seres queridos por esta horrible aflicción. Su futuro es sombrío al verse ante el ataque furioso de la plaga.
¿Qué hemos de hacer en medio de la abrumadora necesidad causada por el SIDA? Pues, si te pareces en algo al esposo de una de mis compañeras de trabajo, te unes a un ministerio que llega a las personas que sufren de la enfermedad. Tal vez optes por trabajar en el pabellón de SIDA de un hospital, como lo hace un amigo mío.
Que la compasión de Jesús te guíe. En el Salmo 116 encontramos estas palabras: «Clemente y justo es el SEÑOR; sí, compasivo es nuestro Dios. El SEÑOR guarda a los sencillos; estaba yo postrado y me salvó» (vv.5-6).
Una cosa que puedes hacer en este momento es orar por la gente afligida con el SIDA. Cuando eleves tu preocupación a Jesús estarás abogando por algunas personas que puede que todavía no conozcan a nuestro Salvador y Señor. Tal vez no tengan estas palabras en los labios: «Te ruego, oh Señor, salva mi vida» (v.4).
Ora por el bienestar físico y espiritual de las víctimas que sufren, pero ora también por lo que Jesús querría que hicieras.Como creyente en Él, tienes Su corazón. Demuestra que también tienes Su compasión. —TF