Elizabeth Smart, una adolescente de Utah, fue secuestrada de su hogar y estuvo desaparecida durante muchos meses. Vivió una vida vagabunda en la presencia constante de la pareja de una secta que la secuestró. Por un tiempo estuvo escondida a sólo unos 24 kilómetros de su casa. Sin embargo, nueve meses después de su rapto, la encontraron y la regresaron con toda seguridad a sus padres, hermanos y hermana… una feliz reunión que su familia esperaba.
Nosotros también estábamos separados de nuestro Padre. El pecado y la muerte entraron en el mundo por medio de Adán y Eva, y convirtieron la tierra en un lugar de rebelión y alienación. La tierra se convirtió en un territorio ocupado por el enemigo. Pero Dios envió a su Hijo Jesús, quien murió para rescatarnos de nuestro pecado. Cuando lo recibimos como Salvador, se restaura la comunión con nuestro Padre. «Regresamos» a Él.
Un día nos regocijaremos cuando finalmente estemos en nuestro verdadero hogar: el cielo. Lee Apocalipsis 21:1-5. El Señor Dios creará nuevos cielos y nueva tierra en los que su presencia será constante y habrá una comunidad de creyentes en Jesús.
Por ahora, estamos en un mundo lleno de muerte, dolor, tristeza, enfermedad, problemas y preguntas difíciles. Sin embargo, nuestra ciudadanía está en los cielos, el lugar que un día será nuestro hogar. Somos extranjeros y peregrinos aquí en la tierra. En nuestra futura morada, nuestro Padre celestial estará con nosotros para siempre. Nunca tendremos que temer la vulnerabilidad a la muerte, el mal, el dolor ni la tristeza. Nuestro Padre enjugará toda lágrima de nuestros ojos. Experimentaremos la plenitud de Dios.
peramos con ansias ver a nuestroPadre y tener una feliz reunión con nuestros hermanos y hermanas de todas las naciones. Tenemos una razón para esperar y regocijarnos. Experimentaremos la reunión que hemos estado esperando y por la que hemos orado desde que creímos en Jesús. ¡Qué día tan feliz será ese! —MW