En Isaías 59, el profeta lo estaba llevando. No lo estaba reteniendo.
A su alrededor veía personas que no estaban viviendo en la verdad (v. 15). Había una decidida falta de equidad y justicia en su mundo. Su pueblo estaba hecho un lío.
Igual que tú y que yo, este profeta anhelaba que la verdad mejorara la situación. Sin embargo, tal vez a diferencia de nosotros, él reconocía que la salida del abismo de vivir una mentira comienza con la comprensión de la verdadera ofensa.
Nosotros no tenemos problemas para ponerles nombres a nuestros pecados: maltrato a los demás, apatía y otras ofensas. Pero el meollo del asunto se encuentra en los versículos 12 y 13, adonde Isaías afirma: «… porque nuestras transgresiones están con nosotros, y conocemos nuestras iniquidades: transgredir y negar al SEÑOR, apartarse de nuestro Dios….»
Podemos sentirnos culpables de nuestros pecados todo lo que queramos. Los podemos nombrar uno a uno. Pero hasta que no reconozcamos que la raíz de nuestro pecado es la rebeldía contra Dios, en nuestra vida faltará la verdad completa.
El escritor cristiano A. W. Tozer entendía bien lo que significa entender nuestra condición delante de Dios. Tozer escribió: «Durante mucho tiempo he creído que la verdad, para entenderla, hay que vivirla; que la doctrina bíblica es totalmente ineficaz mientras no se digiere y se asimila por la vida total.… La verdad en las Escrituras es más que un hecho. Un hecho puede ser desprendido, impersonal, frío y totalmente separado de la vida. Por otro lado, la verdad es cálida, viva y espiritual» (del libro Ese increíble cristiano).
Si profundizamos en la Palabra de Dios descubrimos que las palabras sondean nuestro corazón aun más. Ya no vemos el pecado como algo simplemente «malo» o «feo». Comenzamos a entender de verdad que el pecado es resultado de volverle la espalda a Dios. Es una rebeldía abierta.
Vive en la verdad hoy. Confiesa a Dios tu propia rebeldía contraÉl. Llévasela y no retengas nada. —TF