Una de nuestras hijas le regaló a mi esposo una camiseta con una tira cómica en el frente. Muestra a una oveja, andando en dos patas, en medio de una manada de lobos que están impidiendo el paso por una puerta. Junto a la oveja hay un hombre. Luce conocido. Tiene barba, ojos compasivos y cara de autoridad. La tímida oveja habla con confianza a los lobos al tiempo que hace gestos refiriéndose al hombre y dice: «Yo vengo con Él.»

Muchas veces, lo que determina si entras o no en un sitio es a quién conozcas. Esa parece ser la manera en que funciona: para conseguir un empleo, ser miembro de un club exclusivo o ser admitido en una universidad. Un abogado conocido y respetado no tiene precio, pues puede defenderte. Puede decir a quienes le pregunten: «Él viene conmigo.»

Así fue como le aseguraron el cielo al ladrón que fue crucificado junto a Jesús. Había tres cruces levantadas el día que Jesús murió. Jesús pendía de la cruz del medio entre dos criminales. Mientras uno de ellos se burlaba de Él, el otro le dijo: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.» Jesús le contestó: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43).

Ese hombre estaba en el fin mismo de su existencia terrenal. Tal vez deseó haber tenido más tiempo para compensar una vida de pecado. Pero nada de eso era necesario. El ladrón puso su fe en Jesús para que perdonara sus pecados y le permitiera entrar en el cielo.

¿Te imaginas sus pensamientos cuando tomó su último aliento? Había pagado una horrible pena por sus delitos, pero ahora era bienvenido como hijo de Dios en el cielo porque creyó. Tal vez protestó diciendo: «Sé que no merezco estar aquí, pero… pero … yo vengo con Él» —señalando a Jesús. YJesús confirmó: «Sí, él viene conmigo.»

Todos tenemos la opción que tuvo el ladrón en la cruz. ¿Has decidido confiar en Jesús? ¿Puedes decir con confianza: «Yo vengo con Él»?  —CK