El pastor A.W. Tozer (1897–1963) leyó a los grandes teólogos cristianos hasta que pudo escribir acerca de ellos con facilidad. Él nos desafía: «Acérquense a los hombres y mujeres santos del pasado y pronto sentirán la pasión de su deseo por Dios. Lloraban por haberlo perdido, oraban y luchaban, y buscaban Su rostro día y noche, a tiempo y fuera de tiempo; y, cuando lo encontraban, el hallazgo era muchísimo más dulce por la larga búsqueda».
El autor del Salmo 42 tenía la clase de anhelo por el Señor de la que Tozer hablaba. Al sentirse separado de Dios, el salmista usó el símil de un ciervo que brama de sed, para expresar su profundo anhelo de experimentar la presencia de Dios. «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo» (vv.1-2). La pasión de su deseo por el Señor era tan grande, y su dolor tan intenso que fue más lo que lloró que lo que comió (v.3). Pero el anhelo del salmista quedó satisfecho cuando puso su esperanza en Dios y lo alabó por Su presencia y ayuda (vv.5-8).
¡Oh, si tuviéramos un anhelo y una sed de Dios tan intensos que los demás sintieran la pasión de nuestro deseo por Él!