Digamos que estás a punto de presentar a una persona sumamente importante a un grupo que no sabía nada de ella. Querrías enviar a un representante que impresionara a esas personas, alguien con cierta sofisticación, alguien que supiera bien lo que hace.
Probablemente no querrías a un tipo que se viste de pelo de camello y come insectos. No querrías a un tipo que pasa su tiempo en el desierto censurando a las personas que se acercan a escu charlo.
Probablemente no querrías a Juan el Bautista. Pero Jesús sí. Juan el bautista fue el precursor de Jesús. Fue Juan quien divulgó la palabra de que Jesús estaba cerca. Fue el Juan que se vestía con pelo de camello, y que comía langostas, y vivía en el desierto, el escogido para propagar las nuevas de que Jesús venía, para bautizar a la gente, e incluso para bautizar a Jesús.
Eso nos dice que Jesús no escoge a las personas según nuestras normas y nuestra estimación de lo que vale, las que por lo general son evidencias externas de cosas como la apariencia de una persona, lo que lleva puesto o el auto que conduce. Más bien, cuando Jesús quiere que se haga un trabajo, escoge a los dispuestos y obedientes, no necesariamente a los suaves, refinados y hábiles.
Esta realidad debe ser un desafío y aliento para todos nosotros, porque todos nos sentimos inadecuados de una forma u otra. No somos lo suficientemente ricos o populares.
Si podemos escoger a Juan el Bautista y a los discípulos como indicación, esos no son los rasgos que nuestro Señor está buscando. Las personas del círculo íntimo de Jesús eran personas comunes que tenían trabajos de salario mínimo y se ensuciaban las manos en tareas ordinarias.
Escucha el llamamiento de Dios al servicio. Si tienes pantalones vaqueros rotos, un auto viejo y presupuesto para comer sólo en McDonald’s, podrías ser justo la persona que Dios está buscan do. Podrías ser el precursor de Jesús para alguien que necesite saber de Él. —JDB