Sara Tucholsky, jugadora de softball para la Universidad Western Oregon, bateó el primer jonrón de su vida en un juego contra Central Washington. Pero casi no logra crédito alguno por ello. Al correr a primera base, ¡de la emoción se olvidó tocarla! Cuando dio media vuelta para corregir su error, se lastimó la rodilla. Llorando, regresó muy lentamente a la base. Según las reglas, ella tenía que tocar las cuatro bases por su cuenta para que se contara un jonrón. Sus compañeras de equipo no podían ayudarla en ninguna manera.
Luego, Mallory Holtman, la jugadora de primera base del equipo contrincante, se pronunció: «¿Estaría bien si la llevamos en brazos?» Después de consultarlo, los árbitros estuvieron de acuerdo. Así que Mallory y otra compañera de equipo juntaron sus manos a modo de silla y llevaron a Sara a cada una de las bases. Para cuando terminaron la ronda, muchos estaban llorando ante este desprendido acto de compasión, y a Sara se le contó el jonrón.
La lección para los seguidores de Cristo es clara. Cuando nuestros compañeros de la fe tropiezan y caen, tenemos que seguir el ejemplo de estas jugadoras. Tendámosles la mano. Levantémoslos y llevémoslos en nuestros brazos. Es una maravillosa oportunidad para «min[istrar] a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Pedro 4:10).